22.9.05

Ley de Murphy

Bueno, hoy la tostada se volvió a caer. Pero esta vez, increíblemente, la superficie embadurnada de queso crema no se incrustó contra el suelo. Es una provocación a la ley de Murphy, lo cual significa una rebelión a la natural también. Por lo menos, para aquellos que, ¿paranoicamente?, sospechamos que existe un complot (con perdón de los puristas de la lengua) organizado para jodernos la existencia.

Digo, será éste el principio de una nueva y optimistamente ingenua manera de ver las cosas, o el anticipo de catástrofes grado 5 como el huracán Rita.

Chi lo sa...

Al menos, he vuelto a mi sitio en el mundo Blogger, que no es poca cosa. Pensé que no existía ya. El mundo Blogger, digo. Yo..., bueno, creo que sí porque pienso bastante.

28.7.05

Saúl Yurkievich

En Francia, no en "la" Autopista del Sur, sino en una carretera del sureste, cerca de Avignon, terminaron los días de Saúl Yurkievich.

Una asociación fácil (algún medio ya habla de que el accidente fue en "una" autopista del sur) nos llevaría a pensar que su amigo, el Gran Cronopio, lo esperaba al final del camino, con una media sonrisa asomando bajo la barba, sus ojazos azules, un vaso de whisky en la mano, y el aspecto adolescente que se dice no lo abandonaba.

Sí, es una imagen forzada. Pero ¿por qué desecharla, si ayuda un poco a hacerle fintas a las truculencias de la parca?

Saúl Yurkievich, in memoriam.

18.7.05

Feminismo de entrecasa (y bueh...)

Siempre me pareció injusta, excesiva y manipuladora la frase a la que los hombres suelen recurrir para defenderse de algún "reproche" respecto de su no-participación en alguna tarea vinculada con el "mantenimiento" del hogar. Me refiero a "Yo trabajo" o, peor, "Con TODO lo que yo trabajo...". Esta frase obtura la réplica, porque apela al sentimiento de culpa. Especialmente si ÉL es el que aporta el sueldo más alto o es directamente el único que lo hace. Y, convengamos, la imagen que hace evocar es la de un esclavo de la gleba que vuelve de las labores al que, además, le pedimos que se haga cargo de traer unas flores para adornar la choza.

Como nada mejor que una voz "autorizada" para corroborar nuestras posición, esta frase de un libro cuya autora es una psicóloga suiza (de la editorial Jouvence, aclaro porque no es autoayuda "barata"), me dio alivio y una base de sustentación para contraatacar sin remordimientos.

Dice la buena de Christel Petitcollin en su obrita Comunicarse bien con los hijos que estoy editando, a propósito de los padres que vuelven a casa después de que ha pasado la "hora trágica" del baño y la cena de los niños, porque se han quedado más tiempo del necesario "trabajando" en la oficina, y con la frasecita de marras quedan como duques ante la "mujer al borde de la crisis de nervios" que les reclama mayor colaboración:

Señores, les pido por el amor que sienten por sus esposas y sus hijos:
dejen de jugar a "yo soy un hombre abrumado de
trabajo"
.

Eso, déjense de joder... digo..., de jugar con nuestra mala conciencia.

10.7.05

Raymond Chandler y los "candidatos" a escritores

Dice Raymond Chandler en “Perlas Cultivadas” (Revista Ñ del sábado 2 de julio):

“Mi experiencia tratando de ayudara otra gente a escribir ha sido limitada pero
intensa. He hecho de todo, desde darles dinero para vivir a presuntos escritores
hasta hacerles el argumento y rescribirles las obras. Creo que es una absoluta
pérdida de tiempo. La gente a la que dios o la naturaleza destinan a ser
escritores encuentra sus propias respuestas, pero para los que tienen que
preguntar, la ayuda es imposible. Son sólo personas que quieren ser
escritores.”

Contundente, un poco cruel, pero ¡cuánto de cierto hay en este concepto! Una buena frase para empezar a plantearse qué fue de los talleres literarios, que tuvieron su época dorada, frecuentados por muchos que esperaban “convertirse” en escritores.

Otra: la ímproba labor del redactor o del editor, que tiene la frustrante sensación de no saber muy bien quién es el verdadero autor de ese texto que ha “rescrito”.

Para seguir pensando.

27.4.05

No quiero volverme sombra...

... quiero ser luz y quedarme.

Tremendos versos de una zamba que aprendí a los siete años, de la mano de mi tía con rasguidos de guitarra. Un grito de un desesperado. Siempre supe que alguna vez sería mío ese grito, si no lo ha sido desde aquellos tiempos.

En trovadores se puede leer la letra completa. Mercedes Sosa la canta(ba) como sólo ella puede hacerlo.

16.3.05

Puán I

Muy bueno el folleto explicativo para los estudiantes de Letras que distribuye La Mariátegui (Corriente Estudiantil de Unidad Popular) al frente del Centro de Estudiantes. Muchas alusiones a la contradicción de que haya que pagar por "casi" todo en una Universidad pública.

Pero lo mejor es lo que opina sobre el posgrado. Copio la advertencia:

Posgrado y después
Finalmente, si querés seguir estudiando en el Posgrado, empezá
a ahorrar dinero desde ahora, porque los cursos, seminarios, maestrías y
doctorados de la Universidad Pública son ARANCELADOS y, gracias a los "buenos" muchachos de la Franja Morada/Alianza, el costo de la tarifa fue triplicado.
Por otro lado, podés hacer la carrera académica incorporándote
como adscripto de alguna cátedra o aprendiendo las prácticas genuflexas de la vida cortesana de Filosofía y Letras, o bien podés optar por otros horizontes,
tratando de buscar algún lugar donde tengan cabida la pasión, la crítica y la
producción. Hacia ese sitio intentamos ir.
¡Buena suerte!

Sabiduría de Japón

Los maridos estadounidenses besan a sus mujeres en público y las golpean en
privado; los maridos japoneses las golpean en público y las besan en
privado. (En: Bushido. El alma de Japón, de Inazo Nitobe.

Como para pensar...

14.3.05

El shopping y la cooperativa

Hace ya varios días que recuperó la "habilitación". Por fortuna, las desconsoladas víctimas del cierre del Caballito Shopping Center (en el nombre que le adjudicaron queda definido su origen "mediopélico" sin reservas") pueden dejar de sollozar frente a las puertas clausuradas para reclamar la apertura de ese sitio imprescindible para vivir. "¿Qué haremos --se preguntaban e inquirían ante las cámaras de televisión-- sin este lugar?". Eso... Eso... Cómo arrebatarles la quintaesencia de su ser, esa clave de pertenencia a la bochornosa clase media del barrio mocasín (Charly dixit con razón: ni zapato de vestir, ni alpargata...).

Mientras contemplaba yo, en estado de shock, la angustia exteriorizada al mejor estilo de las plañideras de García Lorca de las señoras con teñido de peluquería del sábado anterior, vino a mí una imagen que trocó mi asombro en indignación.

Como muchos recordarán, donde se levanta ahora el soñado Shopping en versión muy degradada de los grandes centros de compras al estilo Alto Palermo, se erigía la Cooperativa El Hogar Obrero. Vaya nombre que también define un estado de la cuestión. Primero, cooperativa. Sí, cooperativa, del verbo cooperar, es decir, ayudar, colaborar "entre todos", buscar el bien en común. Después, "el hogar obrero". Huelga que mente a los artífices del cooperativismo. No, si serán. No eran comunistas. Che, acá uno dice "obrero" o "pueblo" y ya basta para ser tildado de comunista. Que lo tiró.


Eran los socialistas como Alfredo Palacios, como Nicolás Repetto, como Juan B. Justo, como Alicia Moreau... Ellos fueron los pensadores del socialismo argentino. Pensamiento que se plasmaba en hechos tan concretos como la cooperativa El Hogar Obrero, que no funcionaba con el salvaje despotismo de un banco, claro; que brindaba los intereses más altos por inversión, que tenía un supermercado en el subsuelo con productos a más bajo precios que otros, que con una sucursal ya no me acuerdo dónde, que otorgaba líneas de crédito "blandas", que financiaba viviendas colectivas, y que, cuando empezaron a ponerse difíciles las cosas, en ese lugar donde las señoras bien de Caballito lloraban por el bien perdido, el Hogar Obrero ofrecía en un salón comedor almuerzos a muy bajo precio (el equivalente de cinco pesos de hoy, aproximadamente), que consistían en entrada, plato, postre y bebida.

Un amigo de mi padre, jubilado de ochenta años, que vivía solo, concurría casi diariamente. Era su única comida al día. Por la noche, recurría al consabido té o café con leche. Pero había almorzado dignamente, en un lugar digno, atendido con dignidad. Todavía se podía pedir dignidad, como el personaje de Federico Luppi pedía en "El arreglo". Una vez, hasta se dio el lujo de invitarlo a mi padre, también jubilado, también de bolsillo esquilmado. Volvió a casa sorprendido, y me contó lo que les cuento. No era humillante ir al comedor del Hogar Obrero.

Pero la Cooperativa no pudo con los monstruos del capitalismo, y el Hogar Obrero ya no está.

Una mala maniobra financiera, seguramente producto de la corrupción que ya había extendido sus tentáculos, hizo que quebrara. También hubo llantos, desesperación y exigencias. Los ahorros de muchos años se habían evaporado. Creo que algunos recuperaron algo. Nadie reclamó más allá de sus intereses personales.
No me acuerdo haber presenciado marchas, ni cortes de calle, ni nada parecido para exigir la devolución no sólo de los pesos perdidos, sino de una manera de ser, de una forma de "hacer" que se desmoronaba, pulverizada por los golpes del poderoso hiperliberalismo...

Agradezco que me hayan proporcionado el nombre de quien pudo hacerlo y no movió un dedo para salvar a "mi" Hogar Obrero, al Hogar Obrero que era también impulsor de cultura. El señor que podía haber impedido esa caída era Domingo Felipe Cavallo, el que lloraba porque los jubilados le recordaban a su propia madre y aseguraba que no podía vivir con menos de 10.000 dólares (eran épocas del 1 a 1) .

No sé cuándo empezó a demolerse el edificio de la Cooperativa para que se levantara en su lugar, airoso como símbolo de su tiempo, el Caballito Shopping Center. O el Shopping de Caballito, como lo llaman vulgarmente.

Los pueblos que no tienen memoria...

5.3.05

Silvio, entre la rabia, los días y las flores

Viene llegando el mes de abril... Y durante la segunda semana, Silvio Rodríguez convocará a pensar en imposibles (porque de lo posible se sabe demasiado) desde el escenario del Luna Park. Yo sé bien que quienes van a estar en la platea "preferida" no son muy preferidos para el "aprendiz de brujo", como gusta llamarse. Pero ojalá (bueh, otra alusión) sepa el travador que muchos de quienes respondan al "llamado" lo harán con enorme sacrificio y porque "te queremos, Silvio, te queremos".

Una hermosa nota central y un dossier interesante puede leerse en http://www.lajiribilla.cu/2005/n200_03/200_16.html

Síganme... (epa, tranquilos) los buenos...

4.3.05

Al otro lado del río...

Una muy buena nota sobre la canción del uruguayo Jorge Drexler que ganó el Oscar se puede leer en http://www.gacemail.com.ar/Detalle.asp?NotaID=1570 , la "gaceta electrónica" de TEA Imagen.
Creo que vale la pena reflexionar sobre el alcance y el porqué de este premio. Especialmente, hay una frase que encierra un mensaje para descifrar, sumamente significativo: Por ese entonces, la canción estaba nominada. "Yo les sugerí (dice Drexler) que la cantara Caetano Veloso, y los productores del show me dijeron que yo no entendía bien cómo venía la mano: "You are missing the point, Jorge".
Que cada uno saque sus propias conclusiones. Sólo quiero decir que la película está hecha por latinos, que el tema es de América latina y que mejor el asunto ese del guerrillero latinoamericano se quede en el folclore y la leyenda. Y, please, don't miss the point. La guitarra de Santana, el handsome boy from Spain, Banderas y todo bien.Hasta la próxima entrega. Ah, bravo por el charrúa, que al final hizo oír su voz. Pucha que está difícil seguir la luz al otro lado del río...

1.2.05

Estado ¿estás?

Uno de los conceptos más claros que escuché en la interpelación a Aníbal Ibarra (mala suerte la del jefe de Gobierno progre tener que lidiar con una bien fulera) fue el que expresó Norberto La Porta: qué llamativo resulta --decía el socialista-- que los representantes de los partidos más inclinados a la "abolición" del Estado (al que acusan de inoperante y elefantiásico) sean precisamente los que denuncian que su ausencia es la causa de la tragedia de Cromañón.

Claro que esto es una estrategia para botar a Ibarra, porque no podemos pensar que quienes proponen como sistema político que, con perdón de los politólogos, llamaría "un empresariato" (¿o Macri viene de la militancia social o política?) quieran el regreso del "Estado de bienestar".

Lo lamento porque todo esto se hace a costa del dolor de los familiares de las víctimas y de los propios sobrevivientes de esa noche que no debió ser.

Para ellos, nada es suficiente. Si Ibarra ofreciera su cabeza (y casi lo está haciendo) no bastaría para colmar su dolor. Lo que indigna es la manipulación a que los someten y la falta de lucidez (no escuché una sola voz, un quiebre en esa interna, como sucede con los familiares de víctimas de la violencia, v. gr. la movida pro y anti Blumberg) para determinar qué fue lo que permitió que sucediera lo que sucedió esa noche de víspera de año nuevo en el barrio de Once.

Pobre Ibarra. Como le dijo hoy una madre, "le tocó a él". Pero no hay casualidades. Muchos estaban esperando que "le tocara algo". Y tuvieron suerte. Le tocó.

Ojalá se reaccione a tiempo. Ojalá la gente empiece a darse cuenta de que hace tiempo que ella misma viene convalidando la desaparición del Estado, que hace rato que no está el Estado para controlar, supervisar, verificar, curar, educar. O, por lo menos, que lo hace con muchísimas restricciones.

Tal vez algunos padres preocupados hoy por el futuro de sus hijos podrían leer qué dice al respecto cualquier libro de texto de Ciencias Sociales actualizado para la enseñanza secundaria. Ahí van a poder enterarse de que a sus hijos se les está enseñando que hay un Estado que no está. Pero parece que nadie quiere entender que de eso se trata cuando se piden privatizaciones para "mejorar los servicios" o "agilizar los trámites" porque la burocracia es mucha.

No, papá Estado no está para cuidarnos. Y parece que en su lugar van a estar los Macri. Que el Cielo nos asista (aunque Nietzche ya decretó la muerte de Dios), porque ellos, lo dudo...


30.1.05

Comportamiento durante los viajes

Supongo que los especialistas ya habrán elaborado hipótesis al respecto. Me refiero a lo que sucede con la gente en cuanto sube a un medio de transporte que dispone de comestibles y "bebestibles", especialmente los terrestres ( los transportes) y, por supuestísimo, los fluviales como Buquebús también, que, además, cuenta con Free Shop para saciar ansias consumistas. Pero eso da para otro post, así que valga como mención al paso. En los aviones, por intrínsecas características, la conducta del pasajero no sigue los mismos patrones.

Pregúntome, pero no sé si podré responderme, a qué se debe esa imperiosa necesidad de desplazarse una vez acomodado el equipaje, o casi, para ir en busca de gaseosas, café, agua mineral, sándwiches, tortas, tartas, empanadas..., según la oferta, a desmesurados precios, o gratuita; y si es gratis ¡peor! (o mejor, depende del punto de vista).

Apenas uno se ha instalado en su asiento, apenas uno se dice "qué bueno, un viajecito relaja, empiezo mis vacaciones" o "tengo un rato para distenderme antes de llegar", cuando se inicia el ir y venir por el(los) pasillo(s) que se convierte(n) en una carretera sumamente transitada y, claro, peligrosa. Bandejas que hacen equilibrio sobre nuestras cabezas; niños que corren llevando un vaso descartable lleno hasta el tope y pasan rozando nuestras personas (ay, qué lindos nenitos que tiene señora!); hombres y mujeres portando comida suficiente para satisfacer el hambre de varios días, que engullen plenos de satisfacción, como si hubieran pasado una temporadita en huelga de hambre.

¿Ansiedad? ¿Necesidad de que pase el tiempo? ¿Angurria? Es cierto, luego de un tiempo, si el viaje es algo prolongado, el tránsito es menos denso. Pero entonces, , como la naturaleza sigue "su trámite", el ir y venir se debe a las necesidad fisiológica de expeler los desechos producto de la ingesta. De modo que la dirección es hacia y desde el toilette. "Permiso", dice la señora que se ha sentado del lado de la ventanilla, y nos incrusta la cartera en un ojo. "Con perdón", se disculpa el caballero y nos despierta de un sueñito maravilloso en que nos veíamos liberados del estrés en alguú sitio que nos espera, o de nuestro estado de concentración para pergeñar estrategias laborales.

Y así siguen las cosas hasta que, por fin, llegamos a destino. Y entonces, otra vez la ansiedad generalizada. Todos, TODOS pretenden descender PRIMERO. Hay que bajar YA, no importa si se debe someter al prójimo a empujones y pisotadas, o incluso derribarlo a él y a su equipaje: la avalancha de seres que pugnan por salir del vehículo que, felizmente, ha atracado, aterrizado, estacionado "con felicidad", es de una pujanza inimaginable. Tanta energía sería digna de más sublimes propósitos. Lo gracioso es oír las indicaciones que desde los altavoces se refieren a la necesidad de "permanecer en sus asientos hasta que...". Ni modo de poder recordar la recomendación completa.

Para preservar nuestra integridad física lo mejor es quedarse sentado(a), mirar con displicencia tanto despliegue de fuerza en pugna por "salir", estar alerta por si alguna valija, bolso, cartera, bultos varios, sombrillas o cualquier otro adminículo nos abata de un golpe, y esperar nuestro turno para luego, con el resto de dignidad que nos queda, abandonar el vehículo que, afortunadamente, arribó a destino sin otro contratiempo que los "peligrosos deambuladores" que viajaron con nosotros.
Me queda el consuelo de haber observado, en mi último viaje, durante un largo rato (con toda la discreción que me fue posible) a un señor de "cierta edad", para ser políticamente correcta, adorable él, que luego de sentarse con absoluta tranquilidad, extrajo de su bolso un muy estético termo de acero inoxidable, se sirvió una medida correspondiente a la tapa que hace las veces de recipiente para beber, comió algunas porciones de una tarta prolijamente envuelta en una bonita servilleta y luego, sin mirar siquiera a su alrededor, se dedicó a leer un libro. Tanta serena placidez me provocó envidia, pues ajeno al traqueteo e inmerso en su mundo, realizaba una especie de ritual repetido quién sabe cuántas veces. No lo vi descender. ¿Lo habrá hecho, o sólo estaba allí para enseñarme cómo debe ser el comportamiento durante los viajes?


17.1.05

Derecho de piso

Debe ser éste uno de los derechos más mentados de este mundo. Y un concepto que deviene una suerte de "conformismo" ante la adversa fortuna de padecer jefes, subjefes y otros mandamases que en el mundo son y han sido.

Sin embargo, se sigue adelante con la ilusión de que algún día el saldo quedará en cero y ya no habrá deudas. Entonces, uno dejará de pagar "derecho de piso" porque ya lo habrá adquirido con el sudor de su frente y, vamos, rompiéndose el culo o soportando las patadas en el ídem recibidas. Cuenta saldada, el piso es mío, puedo caminar por él sin pagar nada.

Uno empieza ese camino a veces duramente. Por ejemplo, en el primer empleo. Es tan fácil embromar al recién llegado.
Recuerdo lo que hacían en el banco donde tuve mi primera experimenté mi primera "relación de dependencia". Y sé que era y sigue siendo práctica común.
El novato que todo modosito trataba de hacer buena letra y, peor, el que se hacía el piola para demostrar que valía, era sometido a una rutina de esas que Arlt supo discursear como pocos.

--Fulano(a), andá a pedir los sobres redondos para las circulares internas.

Ante la orden ¿quién tiene lucidez para discernir el dislate? Y si lo discierne, ¿quién se le animaba al "superior en jerarquía". Y allí se pagaba la primera cuota del derecho de piso. Otra:

--Che (puede que hubiera pasado a la categoría "de confianza") decile a Zutano que te dé la caja de tildes (como se sabe, uno pone "tildes" junto a las cifras ya verificadas en un los cálculos contables).

A mí, que era incapaz de abrir la boca y me pasé un largo mes o más aprendiendo a contar los fajos de billetes en la tesorería del Banco Federal, propiedad de Eurnekian, me enviaron a buscar "tinta Pelikán" o algo por el estilo. Yo fui, desde luego, donde me mandaron. Y el que me envío, flor de hijo de puta, sabía que no yo no jodía a nadie. Me acuerdo de los ojos del "jefe" (bueh, en la categorización bancaria había todo tipo de escalafón) descubrí que algo raro pasaba, pues en esa mirada había un poco de "y bueno, otra que debe pagar derecho de piso, ta bien" pero además algo de compasión por mi persona, como si hubiera pensado "Mirá este boludo con quién se mete". Como si fuera ahora mismo, siento cómo me miró a mí y, casi instantáneamente, al victimario. Que seguro había sido víctima y era un paria como yo, pero con mayor antigüedad. No fuera cuestión de que alguien se quedara sin pagar derecho de piso. Después, no mucho, supe cómo se le llama a esa gente..., son los cipayos, los bastardos, los mal nacidos, los capaces de la delación. Reverendos hijos de puta que gozan viendo en el otro la propia humillación...

Y a cuento de qué ese relato. Pues el otro día mi actual superjefe me pidió que preguntara algo relacionado con mi actividad laboral. Si leen mi perfil sabrán que edito libros. Se supone que me encargo de lo relacionado con lo textual, con todo lo relacionado con el texto , pero no con cuestiones técnicas como gramaje del papel, pliegos y asuntos de imprenta. Sé que debo conocer y saber, aunque no es mi absoluta incumbencia.
Sin embargo, otra vez, sentí lo mismo cuando el superjefe me recomendó:

--Por favor, pregúntele a XX si hay problemas con el 88-112 si usamos ese formato (se refería al tamaño del libro).

En ese preciso instante supe que iba a quedar como una boluda; así que con mi mejor sonrisa le pregunté a XX qué era el 88-112 y tuvo la gentileza de decírmelo: es el tamaño de la plancha de papel, 88 x 112 cm. Sin embargo, la sensación de que sigo pagando derecho de piso no se apartó desde entonces de mi pensamiento. Porque, vamos, si él maneja todos los hilos y pretende saberlo todo y tomar la última decisión hasta del subtítulo de un capítulo, bien podía preguntarlo él mismo. Simplemente, una cuota más de derecho de piso.

Por suerte, pude contarle a XX mi sensación; me entendió porque él tambien aporta habitualmente a la caja "derechos de piso". Y me contó lo siguiente: a un aprendiz recién llegado a la imprenta donde trabajaba, muy engreído el muchacho y que se las daba de sabelotodo (bueno, eso es lo que XX dijo), le pidieron esto

--Andá a buscar una piedra para afilar pinceles.
El pibe regresó muy contento (supongo que los años lo habrán hecho consciente y volverá a hacer lo que le manden, pero a sabiendas de que lo forrean) con un adoquín en el bolso, y sofocado pero contento, les comunicó:
--Aquí tienen lo que pidieron...

Es lo que digo, el trabajo, definitivamente, no es salud y, mucho menos, dignifica...

De nuevo en Argentina

Tiemblen, posmodernos, en abril vuelve SILVIO.

El "reparador de sueños" y "aprendiz de brujo", contumaz amigo de la Revolución, se presenta para cantar a precios no muy accesibles. Pero él, que conoce bien el paño, sabe que quien "paga por ver" no es precisamente del "pueblo te saluda". Pero bueno, que se reúna la multitud pequeñoburguesa psicobolche a festejar. Ahorraremos unos dinerillos que luego tendrán buen destino... Si él dice "muero como viví"... y parece cierto, digo yo, ¿le gustará a David Viñas? Porque éste sí que siempre baja del caballo por el mismo lado en que lo montó...