18.7.05

Feminismo de entrecasa (y bueh...)

Siempre me pareció injusta, excesiva y manipuladora la frase a la que los hombres suelen recurrir para defenderse de algún "reproche" respecto de su no-participación en alguna tarea vinculada con el "mantenimiento" del hogar. Me refiero a "Yo trabajo" o, peor, "Con TODO lo que yo trabajo...". Esta frase obtura la réplica, porque apela al sentimiento de culpa. Especialmente si ÉL es el que aporta el sueldo más alto o es directamente el único que lo hace. Y, convengamos, la imagen que hace evocar es la de un esclavo de la gleba que vuelve de las labores al que, además, le pedimos que se haga cargo de traer unas flores para adornar la choza.

Como nada mejor que una voz "autorizada" para corroborar nuestras posición, esta frase de un libro cuya autora es una psicóloga suiza (de la editorial Jouvence, aclaro porque no es autoayuda "barata"), me dio alivio y una base de sustentación para contraatacar sin remordimientos.

Dice la buena de Christel Petitcollin en su obrita Comunicarse bien con los hijos que estoy editando, a propósito de los padres que vuelven a casa después de que ha pasado la "hora trágica" del baño y la cena de los niños, porque se han quedado más tiempo del necesario "trabajando" en la oficina, y con la frasecita de marras quedan como duques ante la "mujer al borde de la crisis de nervios" que les reclama mayor colaboración:

Señores, les pido por el amor que sienten por sus esposas y sus hijos:
dejen de jugar a "yo soy un hombre abrumado de
trabajo"
.

Eso, déjense de joder... digo..., de jugar con nuestra mala conciencia.

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