14.3.05

El shopping y la cooperativa

Hace ya varios días que recuperó la "habilitación". Por fortuna, las desconsoladas víctimas del cierre del Caballito Shopping Center (en el nombre que le adjudicaron queda definido su origen "mediopélico" sin reservas") pueden dejar de sollozar frente a las puertas clausuradas para reclamar la apertura de ese sitio imprescindible para vivir. "¿Qué haremos --se preguntaban e inquirían ante las cámaras de televisión-- sin este lugar?". Eso... Eso... Cómo arrebatarles la quintaesencia de su ser, esa clave de pertenencia a la bochornosa clase media del barrio mocasín (Charly dixit con razón: ni zapato de vestir, ni alpargata...).

Mientras contemplaba yo, en estado de shock, la angustia exteriorizada al mejor estilo de las plañideras de García Lorca de las señoras con teñido de peluquería del sábado anterior, vino a mí una imagen que trocó mi asombro en indignación.

Como muchos recordarán, donde se levanta ahora el soñado Shopping en versión muy degradada de los grandes centros de compras al estilo Alto Palermo, se erigía la Cooperativa El Hogar Obrero. Vaya nombre que también define un estado de la cuestión. Primero, cooperativa. Sí, cooperativa, del verbo cooperar, es decir, ayudar, colaborar "entre todos", buscar el bien en común. Después, "el hogar obrero". Huelga que mente a los artífices del cooperativismo. No, si serán. No eran comunistas. Che, acá uno dice "obrero" o "pueblo" y ya basta para ser tildado de comunista. Que lo tiró.


Eran los socialistas como Alfredo Palacios, como Nicolás Repetto, como Juan B. Justo, como Alicia Moreau... Ellos fueron los pensadores del socialismo argentino. Pensamiento que se plasmaba en hechos tan concretos como la cooperativa El Hogar Obrero, que no funcionaba con el salvaje despotismo de un banco, claro; que brindaba los intereses más altos por inversión, que tenía un supermercado en el subsuelo con productos a más bajo precios que otros, que con una sucursal ya no me acuerdo dónde, que otorgaba líneas de crédito "blandas", que financiaba viviendas colectivas, y que, cuando empezaron a ponerse difíciles las cosas, en ese lugar donde las señoras bien de Caballito lloraban por el bien perdido, el Hogar Obrero ofrecía en un salón comedor almuerzos a muy bajo precio (el equivalente de cinco pesos de hoy, aproximadamente), que consistían en entrada, plato, postre y bebida.

Un amigo de mi padre, jubilado de ochenta años, que vivía solo, concurría casi diariamente. Era su única comida al día. Por la noche, recurría al consabido té o café con leche. Pero había almorzado dignamente, en un lugar digno, atendido con dignidad. Todavía se podía pedir dignidad, como el personaje de Federico Luppi pedía en "El arreglo". Una vez, hasta se dio el lujo de invitarlo a mi padre, también jubilado, también de bolsillo esquilmado. Volvió a casa sorprendido, y me contó lo que les cuento. No era humillante ir al comedor del Hogar Obrero.

Pero la Cooperativa no pudo con los monstruos del capitalismo, y el Hogar Obrero ya no está.

Una mala maniobra financiera, seguramente producto de la corrupción que ya había extendido sus tentáculos, hizo que quebrara. También hubo llantos, desesperación y exigencias. Los ahorros de muchos años se habían evaporado. Creo que algunos recuperaron algo. Nadie reclamó más allá de sus intereses personales.
No me acuerdo haber presenciado marchas, ni cortes de calle, ni nada parecido para exigir la devolución no sólo de los pesos perdidos, sino de una manera de ser, de una forma de "hacer" que se desmoronaba, pulverizada por los golpes del poderoso hiperliberalismo...

Agradezco que me hayan proporcionado el nombre de quien pudo hacerlo y no movió un dedo para salvar a "mi" Hogar Obrero, al Hogar Obrero que era también impulsor de cultura. El señor que podía haber impedido esa caída era Domingo Felipe Cavallo, el que lloraba porque los jubilados le recordaban a su propia madre y aseguraba que no podía vivir con menos de 10.000 dólares (eran épocas del 1 a 1) .

No sé cuándo empezó a demolerse el edificio de la Cooperativa para que se levantara en su lugar, airoso como símbolo de su tiempo, el Caballito Shopping Center. O el Shopping de Caballito, como lo llaman vulgarmente.

Los pueblos que no tienen memoria...

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