Murió Narciso Ibáñez Menta. No sé si volverá de la muerte, pero se fue de esta vida... ¿Habrá sido joven alguna vez? Es la pregunta que me hago, porque lo pienso sin edad, siempre igual a sí mismo o a los personajes que creaba: irremediablemente viejo.
Yo le agradezco los momentos de placentero terror, cuando miraba sus programas de televisión en casa del tío que había podido comprarla (la televisión, la casa creo que no), protegida bajo la mesa del comedor de las siniestras imágenes.
Ahora que el terror se fabrica con artificios sofisticadísimos, rescato la simpleza y la contundencia de su terrible mirada y la profundidad de su voz cavernosa. Era suficiente para despertar un miedo primitivo y visceral, un miedo que era puro goce.
Gracias, señor Ibáñez Menta. In memoriam.
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