Mamá nunca tuvo sesudas respuestas para
calmar mi incertidumbre de vivir.
En cambio, en momentos de escándalo por la
soledad o el vacío insoportables, ella, sin respuestas sesudas ni palabras de
consuelo constructoras de mejores circunstancias, llaves cuasi mágicas que ilusionan
así con que “algún día” (casi siempre, pronto) abrirán las puertas a “un
porvenir mejor”, ella, digo, en cambio, simplemente me decía “te hago un tecito”,
y se iba a la cocina.
Es un lugar mágico la cocina (que me parece
tiende a la desaparición); pero allí, tarde o temprano, realmente o en nuestro
imaginario, volvemos las mujeres. Será que conserva algo del rito ancestral de
reunirse ante el fuego para preservarlo, y así continuar la vida. Cosa brava
para la humanidad.
Mamá, entonces, se iba a la cocina, y volvía con la taza de té. Una taza de té que me tomaba a veces sin saber si me apetecía , pero como era de esos de los que alivian o cortan o acompañan sollozos, una taza de té para sueños hechos trizas, inexplicables tristezas, amarguras qué sé yo...
Sin buscar entender, sin contestar, sin
proponer sabiduría, sólo con la certeza de que su té servido en bandeja obraría el
milagro de sanar (al menos por un rato) llegaba de vuelta y resueltamente me proponía una
tregua al malvivir.
Ese té no se consigue en parte alguna. Es un
té que no hacen más. Ahora es sólo té de reparar más ausencia, té de intentar servirlo
sola, humeando humeante, caliente y dulzón. Lo preparo en una cocina a medio construir. Son tiempos más difíciles. Pero la maldita
esperanza recupera un poco de verdor a pura fuerza de hornalla y vapor silbador.
¡Me encantó Sil! Me trajo innumerables recuerdos... Mi mamá me hacía un café con leche para las mismas situaciones, café con leche del que no puedo prescindir, ni siquiera en pleno verano.
ResponderBorrarCoincido en lo de la costumbre ancestral de reunirse alrededor del fuego del hogar, y creo que, a pesar de todo, la cocina sigue siendo el centro de la casa, aunque sea chiquita, vieja o a medio construir. Es "el" lugar.
Lau, muchas gracias por dejar este comentario. Si una palabra que escribo toca el corazón, la mente, el sentimiento de alguien, como vos, amiga, no estoy tan perdida como creo que estoy. Te quiero mucho, pese a los largos silencios. De pronto, esto. Es un estallido de afecto. Gracias.
ResponderBorrarSil, querida, cómo me ha conmovido ese segundo párrafo!!!! No sabes cómo voy a ese lugar mágico a preservar el fuego en él me entregaron mi abuela o aquellas tías carentes también de sesudas palabras, de esas “trascendentales llamaradas” de las que intentamos rodearnos y que a veces lejos de calentarnos nos desnudan fríamente!
ResponderBorrarEs el mayor fuego de todos los fuegos, que ahora intento preservar para mis críos, para mi amado, para el amigo, para la vida…
No estás perdida, amiga, no lo estás!