28.6.04

La utopía del Nunca Más

Hace muchos años, en 1983 (creo), cuando la euforia de la democracia lograda de chiripa, porque no la "supimos conseguir", Quilapayún volvió --negras las vestiduras de duelo por su Chile--a cantar en Buenos Aires.

Al margen de que durante el concierto sentí el impulso de asestar un golpe a mi vecino de butaca --un muchachito que, evidentemente recién iniciado en la militancia, coreaba con euforia insoportable--, fue maravilloso volver a oír los cantos que traían ecos de tiempos en que muchos pensábamos que sí se podía cambiar el mundo, que "la era esta(ba) pariendo un corazón", que "menos mal que existen", aunque sabíendo "qué dirá el Santo Padre".

Los Quila no querían hacerlo, pero como el "pueblo" pedía que le dijeran que "unido no será vencido", concedieron y lo cantaron. Todos nos sentimos mejor, como recuperados... Comprensible sed de ayer, donde quedaron las promesas de un futuro que no fue porque la vida se convirtió en un insoportable presente en el que había que sobrevivir, "encerrados en un ropero", con culpa por seguir vivos "en medio de tantos muertos"...

Y llegó el final. Y empezamos a abandonar el teatro. Y entonces se recordó que había que seguir pidiendo: "a los compañeros, la libertad...". Porque quedaban presos "políticos" (con perdón de los ciudadanos que no se mezclan en política) en la democracia recuperada (parlamentaria y liberal ella).

Por un momento, cruzamos cómplices miradas. El hombre, joven, una generación más que yo, lo dijo como para no despejar dudas: "En este país siempre vamos a tener que pedir por alguien...".

Yo seguí mirándolo a él y a la multidud de voces que descendían las escaleras, estallaban en el hall del teatro, salían a las calles y se tropezaban con la noche.

Sí, hermano, sí. En este país hay que seguir pidiendo por la libertad de alguno. O puteando por la muerte de otro. En definitiva, exigiendo que nunca más, nunca más...

Utópico nunca más...

Como Santillán y Kosteki, y todos los caídos que ningún medio ni medio pelo llamaría "ciudadanos", Martín El Oso Cisneros, ¡presente!



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