Teófilo Stevenson
No sé cómo se le ocurrían a mi papá sus relatos. De dónde,
por ejemplo, había sacado la historia de una conversación entre Fidel y el boxeador
Teófilo Stevenson, que me relataba con pelos y señales, gestos y tonos,
reproduciendo divertidas coloquialidades.
En verdad, no era el único relato que me construía como motor
de mi imaginación. Lo que sucede es que mi viejo no era devoto de la típica
costumbre del “cuentito de antes de ir a dormir” para zamparme alguna historia
de bellas princesas durmientes, duendes o brujitos de Gulubú.
Parece que mi papá tenía la intención de legarme unas ideas
que lo poblaban en estado de convicción. Y mucha y apasionada, pero nunca
irracional o falta de objetividades que se podían comprobar. El que quiera buscar, encontrará las fuentes
de lo “a continuación”.
Y a continuación es esto que ahora evoco yo que me narraba,
supongo que sentados a la mesa de la cocina o del comedor, mate cocido recién servido
a su entrada de trabajar, las manos entintadas con sellador para madera o goma
laca asiendo la taza que echaba humo en fragantes bocanadas, de Teófilo y
Fidel, o al revés, más o menos así:
“Y entonces Fidel lo agarró a Stevenson y le dijo: ‘Oye,
chico, si te querés ir a Estados Unidos por la plata, andá que seguro te van a llenar de
millones. Pero eso sí, ahí no te van a cuidar, te van a hacer profesional y tu
vida no valdrá nada más que lo que ellos ganen con vos. Te van a destrozar si
es preciso. Pensalo bien. Aquí vas a tener la gloria de ser campeón cubano y
amateur, cerca del pueblo de la Revolución’.”
Que mi viejo se leyó la historia de cómo Stevenson se quedó
en Cuba, renunció al millón de dólares, se quedó en el amateurismo y le hizo un
corte de manga a la tentación que llegaba del Norte, o que la escuchó de alguien
que sabía bien de qué hablaba, eso es seguro y comprobable.
Ahora, qué sé yo de ese encuentro entre Fidel y Stevenson y
cómo fue y qué se dijeron, si es que el Comandante lo llamó y le dijo lo que tenía
que decirle. Pero, a mí, me lo contaron…
Lo que sí sé es que a mí Fidel, Stevenson, Camilo, el Che y
Cuba me visitaron la infancia y siguieron por aquí, gracias a estos cuentos que
no eran cuento.
Y hoy que Teófilo se nos fue, campeón por siempre, y que me
doy cuenta de que tenía casi mi edad, le agradezco a mi padre que a su hija la
arrullara con esos relatos tan maravillosos como los de hadas, duendes y brujas
de la hora de dormir… Es que don Mauricio prefería las bellas despiertas, muy despiertas...