7.5.13

Me tiraste un limón, y tan amargo... Miguel Hernández, gracias





Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.



Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.



Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,





se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho 

una picuda y deslumbrante pena.




autógrafo


Me tiraste un limón, y tan amargo,
tan tierno y rigurosamente sabio,
tan fulminante y, aun así, el labio,
a buena muerte cedió largo a largo. 



Con el golpe amarillo, de un letargo
asiduo, tu piedad, la más dura,
mis humores que fluían en tristura
animaron ese instante fatal en sin embargo.


Pero al mirarte y verte la sonrisa
y tu ceño en abismal estrecho,
por no entenderlos estalló mi pena,



se me durmió la sangre en la camisa,
perdí noción de izquierdo y  de derecho
y me entregué a tu letal condena.