21.4.12

Eduardo Galeano predica el "geese teamwork"

Que alguien me lo explique. Que cuando pueda leer el libro encuentre esa explicación que busco. Que me digan o lea una nota de advertencia de que algunos de los textos del libro Los hijos de los días, de Eduardo Galeano (que está presentando ahora mismo), tienen su origen en relatos anónimos, que son versiones, que ha abrevado en fuentes que andan circulando por ahí, sin autor conocido... 

Si no es así, ¡qué desilusión! Porque ¡vamos!, el escrito de Galeano dedicado al 1.º de Mayo, día del Trabajo o del Trabajador, (cuya materia prima circulante ha sido reelaborada, como cambiar "gansos" por "patos" y alguna que otra triquiñuela remozadora: "superpato" y "subpato" no están mal) refiere a una "teoría" o, mejor "lecciones" que han estado rodando especialmente por Internet, y (al menos hasta allí he llegado) provienen de un sermón (o un escrito) de un tal Dr. Robert McNeish dio en 1972, diz que en Baltimore. 

El que busca, encuentra. Y se encontrará que estas lecciones que dan los gansos se usan como soporte de cursos (me atrevo a relacionarlos con el famoso coaching) para empresas, de liderazgo, y se los halla mucho en sitios de cristiana orientación. Es que como mensaje tiene su atractivo por apelar a la solidaridad, al bien común, a la colaboración...

Para muestras, los botones. 
Saque el lector conclusiones. 




Escribe Eduardo Galeano el 1.º de Mayo de su Hijo de los días.

Mayo 1
Día de los trabajadores
Tecnología del vuelo compartido: el primer pato que levanta vuelo abre paso al segundo, que despeja el camino al tercero, y la energía del tercero alza al cuarto, que ayuda al quinto, y el impulso del quinto empuja al sexto, que presta viento al séptimo…
Cuando se cansa, el pato que hace punta baja a la cola de la bandada y deja su lugar a otro, que sube al vértice de esa V que los patos dibujan en el aire. Todos se van turnando, atrás y adelante; y ninguno se cree superpato por volar adelante, ni subpato por marchar atrás.

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Así se cuentan las lecciones de los gansos sobre "trabajo en equipo" en este video subido a Youtube.

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Pero la historia, como se comprueba, ha bajado desde el Norte, donde se cuenta pero "en inglés, en el original", aclararía un traductor.

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Y se puede seguir rastreando. Hay muchísimas versiones. Hasta el supuesto escrito "original" con cada una de las lecciones pergeñadas por el Dr. McNeish se puede encontrar. Ah, Internet, Internet, ese infierno tan temido..., citado por Onetti en el título de su cuento. Pero esa es otra historia: se llama intertextualidad.






20.4.12

Me queda la palabra


Amo las palabras
La que ahora escribo:
“palabra”,
esta palabra “palabra”…
la amo.
Ay, palabra.

Es que soy palabra,
mi historia
se ha fundado
con palabras,
y si hay porvenir,
será por la palabra,
verbo en futuro.
Y el presente
se dice con la palabra
“hoy”.
Perseguida,
asediada
palabra,
que me persigue
y asedia.

Ay, palabra,
yo te amo.
De mí
nada quedaría
sin palabras,
“palabra”.
No te me niegues.
que me muero
de tu ausencia.
Ay, palabra.


Si he perdido la vida, el tiempo, todo 
lo que tiré, como un anillo, al agua, 
si he perdido la voz en la maleza, 
me queda la palabra. 

Si he sufrido la sed, el hambre, todo 
lo que era mío y resultó ser nada, 
si he segado las sombras en silencio, 
me queda la palabra. 

Si abrí los labios para ver el rostro 
puro y terrible de mi patria, 
si abrí los labios hasta desgarrármelos, 
me queda la palabra.

                    Blas de Otero

10.4.12

El té de mamá


Mamá nunca tuvo sesudas respuestas para calmar mi incertidumbre de vivir.

En cambio, en momentos de escándalo por la soledad o el vacío insoportables, ella, sin respuestas sesudas ni palabras de consuelo constructoras de mejores circunstancias, llaves cuasi mágicas que ilusionan así con que “algún día” (casi siempre, pronto) abrirán las puertas a “un porvenir mejor”, ella, digo, en cambio, simplemente me decía “te hago un tecito”, y se iba a la cocina.

Es un lugar mágico la cocina (que me parece tiende a la desaparición); pero allí, tarde o temprano, realmente o en nuestro imaginario, volvemos las mujeres. Será que conserva algo del rito ancestral de reunirse ante el fuego para preservarlo, y así continuar la vida. Cosa brava para la humanidad.


Mamá, entonces, se iba a la cocina, y volvía con la taza de té. Una taza de té que me tomaba a veces sin saber si me apetecía , pero como era de esos de los que alivian o cortan o acompañan sollozos, una taza de té para sueños hechos trizas, inexplicables tristezas, amarguras qué sé yo...

Sin buscar entender, sin contestar, sin proponer sabiduría, sólo con la certeza de que su té servido en bandeja obraría el milagro de sanar (al menos por un rato) llegaba de vuelta y resueltamente me proponía una tregua al malvivir.

Ese té no se consigue en parte alguna. Es un té que no hacen más. Ahora es sólo té de reparar más ausencia, té de intentar servirlo sola, humeando humeante, caliente y dulzón. Lo preparo en una cocina a medio construir. Son tiempos más difíciles. Pero la maldita esperanza recupera un poco de verdor a pura fuerza de hornalla y vapor silbador.