30.5.04

De trovas y trovadores

Para los que todavía creen que "vale la canción buena tormenta", hay un sitio más que recomendable. Allí se sentirán en el hogar de la trova, y, como rezan estos versos de bienvenida:

Desmientan al que diga
que la trova ya murió.
La trova no ha muerto, no,
pues aún vive en el alma
de quien la oyó y la cantó.
Escuchen con atención
lo que dice mi cantar:
que surjan más trovadores
que la trova es inmortal.
(Frank Delgado)
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Diríjanse con urgencia a Cancioneros.com (Cancioneros de trovadores)... Hay mucho para ver, soñar, leer y cantar...

Hay tristezas

Hay tristezas pequeñas, que apenas nos salpican los zapatos. Tristezas de tibios adioses que no dejan huellas, que se olvidan al doblar la esquina.

Hay tristezas que nos invaden durante un día, porque un perro nos miró con ojos melancólicos y no pudimos ofrecerle un hogar.

Hay tristezas que duran un tiempo: dan vueltas a nuestro alrededor, nos arruinan algunas tardes de sol y, en noches de lluvia, nos hacen pegar la frente nostálgica a la ventana. Tristezas que nos traen seductores pensamientos de suicidios inconclusos. Tristezas que se van esfumando o dejamos abandonadas en un rincón..., hasta el próximo encuentro.

Hay tristezas que caen como cataratas, como verdaderos aluviones. Tristezas que nos invaden, nos arrollan a su paso y nos obligan a buscar refugios inexistentes o escurrizos rincones. Esa tormenta de tristezas no se detiene fácilmente; arrasa las débiles trincheras que levantamos para protegernos y nos empapa alma y cuerpo. Hasta las uñas de los pies sufren el embate de estas tristezas dispuestas a acabar con la poca alegría que pueda convocar la vida.

Hay tristezas persistentes, insistentes, impertinentes. Tristezas que, luego que amaina el temporal de tristezas, se instalan como finísima garúa de tristezas que nos cala los huesos y el deseo, la ílusión y la esperanza.

Hay tristezas perennes para las que no hay conjuro posible, y con las que hay que convivir lágrima a lágrima.

24.5.04

Por qué a mí

Leí y escuché muchas opiniones cuando uno (se) hace esta pregunta, quejumbrosa y absolutamente convencido(a) de la justicia de su planteo.
¿La respuesta? He aquí cómo la lucidez convierte el lugar común en excelencia: "Preguntar por qué a mí es preguntar por qué no al otro". Andrés Rivera, "Tualé", en La lenta velocidad el coraje.

20.5.04

Escarbando el pasado

Mala cosa la nostalgia, dicen. Uno se queda mirando hacia atrás, dicen. Hay que ver el horizonte, siempre más adelante, dicen. Acordate de Orfeo, dicen.
Pero si yo no fuera nostalgiosa, ¿acaso escarbaría con pasión en el pasado? Seguramente, no. Pero lo soy. Y escarbo. Con pasión. Compasión, no.
Bueno, pues me hallaba yo en uno de esos días nostalgiosos, hipálage que viene al caso, y usaba para ello (es decir, escarbar apasionadamente el pasado) el moderno recurso de la Internet. DIGRESIÓN: ¿Hay quien no haya buscado alguna vez un nombre preterísimo en el buscador? ¿En la casi finada guía telefónica de papel, contundentísima en la Ciudad de Buenos Aires? ¿No? ¿De veras? FIN DE LA DIGRESIÓN. SIGUE RELATO: ¿Qué encuentro? Pues que a media cuadra de la editorial donde laburo tiene su estudio "mi" nombre preterísimo. Sí, a escasos metros de distancia, si golpeo a una puerta, es posible que venga a mí una cara del ayer. Con la persona puesta. Y qué persona...
¿Si voy a golpear a esa puerta? Hum..., mejor me quedo con la sensación cortazariana de la extraña continuidad de los hechos.
Los nostálgicos somos muy frágiles para soportar la indiferencia de los presentistas puros.

19.5.04

¿Blumberg se fue de pista o mostró la hilacha?

El justiciero de la clase media, el señor Blumberg, metió soberamente la pata. Ha declarado que el adolescente Bordón, un chico de clase baja, asesinado por las "fuerzas de la ley", desaparecido durante muchos días, hallado con señales de haber sido torturado, "se portó mal", "se drogaba" y "hasta atacó a la policía". Hay que diferenciar los casos, ¿no? Claro, con semejante conducta, ¿no se puede justificar la reacción de las autoridades? ¿Exceso? ¡Claro! Se excedieron con el castigo, no confundamos. Suena conocido, ¿verdad? Hubo excesos... en la represión.
Axel, en cambio, un impoluto rubiecito, atlético, con un futuro brillante, no es lo mismo que Sebastián Bordón, morochito él, pobre él. Pobre él.
Ahora no se retracte, Blumberg. Sea honesto, Blumberg. ¿De dónde sacó los datos, Blumberg?
Y señores padres de Sebastián: basta de justificarlo, basta de tener que probar que fue una víctima. ¿Y si hubiera estado drogado, qué? ¿Y si hubiera tomado una botella de vodka antes de que lo dejaran en manos de la policía, qué? ¿Y si hubiera atacado a un policía que pretendía reducirlo, qué? ¿Se merecía que lo mataran? ¿Que "lo desaparecieran"?
Algo huele mal en la Dinamarca del príncipe Blumberg.

El hombre que se fue de la vida

Murió Narciso Ibáñez Menta. No sé si volverá de la muerte, pero se fue de esta vida... ¿Habrá sido joven alguna vez? Es la pregunta que me hago, porque lo pienso sin edad, siempre igual a sí mismo o a los personajes que creaba: irremediablemente viejo.
Yo le agradezco los momentos de placentero terror, cuando miraba sus programas de televisión en casa del tío que había podido comprarla (la televisión, la casa creo que no), protegida bajo la mesa del comedor de las siniestras imágenes.
Ahora que el terror se fabrica con artificios sofisticadísimos, rescato la simpleza y la contundencia de su terrible mirada y la profundidad de su voz cavernosa. Era suficiente para despertar un miedo primitivo y visceral, un miedo que era puro goce.
Gracias, señor Ibáñez Menta. In memoriam.

18.5.04

La primera vez

¿Un weblog? ¿Y esto? No importa si todavía no entiendo del todo qué extraño sistema es este. He comprobado que se puede escribir, y escribir es lo que quiero. Con todos los fuegos. El fuego...